sábado, 2 de enero de 2021

 Cómo podré sobrevivir a este calvario,  a este terrible sufrimiento de vivir cada dia muriendo. 

Cómo sobrevivir contemplando impotente, que la vida de quien tanto amas, se consume lentamente, sin remedio entre seres incongruentes que jamas darán consuelo a una vida condenada a una cadena perpetua donde ya no habrá cabida para ilusiones ni sueños.

Se consume de amargura y yo de su amargura muero.

jueves, 21 de noviembre de 2019



AMARGURA

Desde esta siniestra oacuridad perpetua
en que me ha sumergido la vida
contemplo impotente
la tristeza y la amargura
del ser querido que ya nunca
podrá recobrar la cordura.
La impotencia me subleva
y la angustia me desborda,
la desesperación me embarga.
Tanta burocracia inutil
destroza las esperanzas.
Tanto abandono alimenta
deseos contra natura.
Mi deseo es que la muerte
acabe con mi tortura.

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No pude levantar el vuelo
aun conservando mis alas,
cuando creí poder hacerlo
las tenía cercenadas.

Aun mantuve a mis polluelos
al cobijo de mis alas
cansadas y doloridas
además de maltratadas.

Ya levantaron el vuelo,
ya desplegaron sus alas
pero uno cayó en el abismo
es un ave destrozada.

Sin remedio a su tortura
murmura desesperada;
"Si nunca podré volar,
corten al tajo mis alas"
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sábado, 24 de marzo de 2018

Evocando ilusiones


EVOCANDO    ILUSIONES

Hace ya muchos, muchísimos años, cuando yo era joven, mejor dicho, cuando aún era una niña, por lo que hace más años todavía, mi gran ilusión era ser payasa.
Solían contratar por las fiestas de nuestro barrio varias actividades callejeras.  Por aquellos años no existían los salones de actos como actualmente y todos los festejos se realizaban en la plaza.
De  entre todos los actos, mi favorito, era, y continua siendo, la actuación de los payasos. Los que venían a nuestro barrio se llamaban “LOS HERMANOS BIZCAYA.” 
Eran la delicia de todos los niños y no pocos mayores. Recuerdo que en bastantes ocasiones solicitaban la colaboración de algún niño o niña voluntario  para realizar alguna improvisada payasada y cómo no, yo siempre estaba dispuesta a colaborar con ellos y si conseguía provocar la risa en los espectadores, me sentía la persona más feliz del mundo.
Así fue como descubrí que quería ser payasa.  Pero  mi gran sorpresa, frustración y desengaño fue el saber que no existían por aquel entonces ni escuelas ni nadie interesado en formar payasas, solamente admitían payasos.
Mi abuelita, me consoló como pudo diciéndome que no me preocupara, que aún tenía pocos años, (no había cumplido los seis) y que si yo seguía con las dotes y las ganas de hacer reír, siempre lo conseguiría.
Y fueron aquellas palabras suyas las que me animaron a seguir intentando hacer reír a mis semejantes, que no eran otros que; mis vecinos, mi familia y algunos amigos del barrio. Hacia imitaciones, transformaba los cuentos clásicos, convirtiéndolos en divertidos, que, dicho de paso, eran y siguen siendo de lo más trágicos, crueles y funestos; Que si malvadas madrastras, lobos asesinos, verdugos y hermanastras siniestras…Pero yo conseguía hacerlos graciosos, cantaba, bailaba y todos disfrutaban  con mis payasadas.
Mi abuelita, como todas las abuelitas del mundo, ponderaba mis habilidades escénicas  en todas las ocasiones que se la presentaban y así, con ella como mi representante, comenzaron a solicitarme en diferentes casas en las que ella iba a coser cada jueves por la tarde. Gracias a que cosía en casas diferentes, yo no tenía necesidad de ampliar demasiado mi repertorio y así, como los jueves por la tarde guardábamos fiesta en la escuela, podía dedicarme a lo que tanta ilusión me hacía. Ejercer de payasa.
 Nunca me dieron dinero por lo que hacía pero si, suculentas meriendas que disfrutábamos mi abuela y yo. Y a veces, me dejaban llevar algunas cosillas que sobraban, o, hacíamos nosotras que sobraran, para mis hermanos.
A mí, me extrañaba bastante que mi abuela conociese a los dueños de aquellas lujosas casas, situadas casi siempre en la margen derecha de la ría  y a las que teníamos que acceder atravesando el Puente Colgante de Portugalete, cosa que me ilusionaba tremendamente. Era una aventura que vivía ilusionada cada jueves por la tarde.
Cuando pregunté a la abuela el motivo de aquellas amistades tan importantes, ella me dio una explicación que me dejó con la boca abierta:
.—Yo, cariño, acudo a esas casas a trabajar. Esas señoras me pagan por coserles las ropas que se les estropean; arreglos, zurcidos y demás “chapucillas” que les resultan más baratas que llevarlas a la modista. Yo, solo soy costurera pero aprendí con las monjas y les gusta como trabajo. Por eso  me llaman.
.—Pero, ¿tú, fuiste a un colegio de monjas, abuela?
.—No cariño, donde estuve es en la cárcel. Me denunciaron por “roja” y allí las carceleras eran monjas, ellas nos propusieron enseñarnos a coser y trabajar para familias adineradas, a nosotras, claro no nos pagaban, pero ellas, las monjas, conseguían buenos “réditos” y gracias a nuestras manos, muchas de nosotras logramos librarnos del “paredón”.
Con mis, apenas siete años, yo no conseguía entender a mi abuela. Pero, ¿cómo era posible que la metieran en la cárcel por roja si yo, por más que la miraba no la veía de ese color?  Es cierto que era muy morenita, “mi negrita” la llamaba el abuelo, pero eso no es ser roja…Y, ¿cómo era posible que con sus propias manos se libraran de un paredón, si ella tenía unas manos más bien pequeñas y por muchas que fueran las otras, sujetar un paredón…
¡Cómo se rió la abuela cuando le hice esos comentarios! Ella me contesto que cuando tuviera unos años más, me lo explicaría. 
Sí que me lo  explicó al de unos años, y también yo me reí, aunque al saber de todas sus vicisitudes también lloré, lloramos juntas al recordar los acontecimientos de la guerra. Me dijo también que cuando salieron de la cárcel, varias, que se libraron del “paredón”, fueron avisadas por algunas de aquellas familias para las que se cosía en la cárcel, a  que acudieran a sus casas un día a la semana a seguir cosiendo, entre ellas la abuela y una hermana suya que también había estado presa, no por roja, sino porque cuando fueron a buscarle a ella, no estaba en casa y también se la llevaron, aunque después no la soltaron. “Cosas de las guerras”, decía la abuela.
Yo, escuchaba sus historias con mucha atención y también, cómo no, con mucha curiosidad y ansias de saber, como todos los niños del mundo.
Así transcurrían las semanas en las que cada jueves por la tarde acudíamos a las distinguidas casas, yo, a hacer reír y mi abuela a coser primorosamente.
Pero un día, ocurrió algo insólito.  Algo que me dejo si no desilusionada, si, bastante perpleja.
Ese jueves acudimos a una casa en la que nos abrió la puerta una mujer vestida de negro. No me extrañé demasiado porque en aquellos tiempos casi todas las mujeres un poco mayores, vestían de negro. Lo que si me extrañó fue que al llevarnos al comedor, me encontré con un grupo de mujeres todas vestidas de negro, y no todas eran mayores, también había jóvenes pero todas vestidas del mismo color.
Al contemplar sus rostros vi que todas ellas estaban muy serias, y pensé: 
.—“Aquí, si que tendré que esforzarme porque no parece que estas personas sean muy alegres, que digamos”.  
Una señora, que parecía más animada, empezó a hacerme preguntas y yo, ni corta ni perezosa  comencé a ofrecerles mis gracias y payasadas hasta conseguir que, si no reír a carcajadas, por lo menos sonrieran de vez en cuando. Lo que me extrañaba mucho es que, frecuentemente, una salía y otra entraba con los ojos algo enrojecidos.
.—¿“Será  que no se atreven a reírse en público y van a hacerlo a escondidas?”   .—Pensaba  yo cada vez más perpleja.
Casi agradecí cuando trajeron la merienda y pudimos por fin dejar la casa. Es cierto que todas las señoras muy agradecidas, me besaron y trataron con cariño pero allí había algo que a mí no me gustó.
La abuela me lo explicó más tarde.  En aquella casa había fallecido el abuelo. Era un velatorio, y las señoras que entraban y salían se turnaban para velar el cadáver del abuelo que estaba en la habitación contigua.
Aquello enfrió mi vocación de payasa. A partir de entonces y aún hoy, me dedico al teatro.  Comedias y sainetes, por supuesto. 
                                                                                                              Palmi Merino
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domingo, 17 de diciembre de 2017

Vivo a mordiscos la vida
en este ocaso maldito
ella me muerde con rabia
queriendo acabar conmigo.

Me resisto, me defiendo,
le devuelvo algun mordisco,
pero ella sigue implacable,
se burla de mi destino.

Necesito tu presencia,
tus sonrisas,tu cariño
y aquella luz de tus ojos
que ilumine mi camino.

domingo, 30 de julio de 2017

Antton Atorra


“Antton Atorra”

Hartu –emanak 1º sariaz saritua 2009. urtean, Bilbon ,Bidebarrieta liburutegian


Guraso zein senitarteko ta inguruko guztiak holako jaiobarria ikusi ebenean harritu egin ziran. Horregaitik beharbada bere ama gaixoari erditzeak hainbeste ordu emon eutsozan.

Hango batzuk, hiru edo lau haurtxo izango ebazala uste izan eben, baina, bai zera, ez zan horrela, neurri itzelezko haurra baino.

Holako haurra ikustean, senitartekoak arbasoen argibideetan arakatzen hasi ziran, antzeko gizakiren bila. Alperrik, aurre-aurrean eukena paregabekoa zan.

Ama gizajoa ahul-ahul geratu zan. Haurdundu baino lehen, ez zan emakume potoloa; ostean bai, haurdunaldiaren hirugarren hilabetetik erditze egunera arte, hogeita bost kilo loditu zan, baina hori ere bere auzoan ez zan harritzeko gauza haundirik.

Jaiobarriarentzako seaskatxoa txikiegia zala konturatu ziranean, aita, tximista baizen arin, beste seaska haundiago bat eskatzeko arotzarengana joan zan.

Ordu batzuk geroago seaska barriagaz oso pozik etorri zan. Sendiko emakumeak, bitartean, jantzi barri haundiagoak josi ebezan eta gorulariak gordeta eukan hari eta ehun guztia agortu ebezan, baina gure haurraren ume-otzarea barriro beterik egoan.

Nahiz eta jaiobarria izan, hain haundi izatearren, amak ez eukan esne nahikorik semetxoaren urdaia betetzeko, horregaitik amama "kerizpe" astemearengana haren esne gozoaren bila kortara abiatu zan.

Atseginez hartzen eban gure jaiobarriak "kerizpe"-ren esnea, baina handik bi astebetera, ondoko auzokoen astemearen esnea ere behar izaten eban. Hainbeste jatearen eraginaz beharbada, izugarrizko neurrian hazten zan.

Handik gitxira halako gizakumea janztea amarentzat nekegarria izanik, burutik beherako ator luze-luze batzuk egitea otu jakon. Ha bai poza! Orduan jagi eta lo egiteko orduak askoz erosoak ziran.

Hurrengo hilean umea bateatu eben eta aititeren omenez Antton izendatu eben. Amarentzat noizean behin semeari kamisoi antzeko jantziak egitea errezagoa zan. Ohetik atara, elikatu, garbitu eta oheratzea guztiz nekagarria izaten zalako.

Herritxo hartan ohi zan legez, gizakiak norberaren unkigarrizko ezizenatzat ezagun ziran eta gure Antton laster "Antton Atorra" izendatu —edo ezizendatu— eben. Laster ere ibilten ikasi eban eta amak, aitaren frakak harentzat konpondu arren, danentzat eta betirako "Antton Atorra" izango zan.

Sei urte bete ebazanean, hamasei urteko mutikotzat hartzen eben, horregaitik oso mutil on, lasai, gozo eta atsegina izan arren, lehenengoz ezagutzean, hain haundi ikusiz, mutiko guztiek bildurrez beregandik alde egiten eben. Honek Antton asko murrizten eban, baina bere ontasuna ezagutu orduko, adiskidetasuna  sortzen zan. Mutiko bati pelotea zuhaitz baten gainean jausi? Han egoan " Antton Atorra " harrapatzeko. Biren arteko borroka bazan, "Antton Atorra" erdi-erdian bakea azaltzeko, edozein atso edo agure laguntzarik beharrik, haraxe joian atseginez, laguntzeko prest. Gauza baten bakarrik ez zan ona gure mutila: ikasteko orduan.

Aitak, hain indartsu ikustean, harrijasotzaile izatea proposatu eutson, baina gure Antton Atorrari hori ez jakon atsegin izaten eta honela esan eutson aitari:

— Asko maite zaitut, aita, eta zuk diozuna izatea gustatuko litzakit, baina jende pilo baten aurrean nere gorputz tantai hau erakusteak lotsa-gorria emoten deust. Badakizu, aita, jendea oso minzorrotza dala, eta ni lotsatiegia.

— Lasaitu zaitez, seme —erantzun eutson aitak— zu oso seme ona zara, eta gura ez dozuna egitera ez zaitut behartuko, baina badakizu ere zure bizibeharrak gureak baino askoz garestiagoak dirala, eta gure etxean diru nahikorik sartzen ez dala.

— Bai, badakit hori, aita, eta laguntzeko prest nago, badaukat lantxo bat mandatugile moduan. Atzo Marinel arraindegian etxerik etxe eta baserriz batserri arrainak banatzeko iragarkia ikusi neban eta gaur, ikastolarako bidean, zabalik egoala ikustean, hara joan eta aurkeztu naz. Nirea da lanpostua, aita, eta apala izan arren, etxean laguntza izango da, eta niretzat aproposa eta atsegina, bihar hasiko naz.

Anttonen aita apur bat larritu zan, halako seme-itxura ikusgarria eta harrotzeko egiten jakon, baina bere asmoa semearen gustokoa ez zan, eta kitto!

Hara joan zan hurrengo egunean poz-pozik Marinel arraindegira bere ogibide barrian hasteko. Denda herritxo kaia aurrean egoan. Herritik erosketak banatzea ez zan ezer nekagarria, baserririk baserri oinez joatea, ostera, nekagarriagoa zan, baina halan eta guztiz bere "Antton Atorra" oso pozik joian.

— Horretarako —esaten eban— Jaungoikoak honelako gorputza eta indarra emon deustaz.

Atseginez egiten eban bere lana, jendeak be gozotasunez onartzen eban, baina haundia baizen ona izateagaitik, laster arazoak sortuko jakozan.

Egun hareitatik, herritxo hartara ijito-talde bat heldu zan, danak senide ziran eta euren artean ume piloa egoan. Euren oihalpeak alderrietan eraiki eben eta noizean behin diru truke, egurrez egindako kutxa, adar haundiko ahuntza eta pandero edo atabaltxo bat hartu eta herritik zehar abiatzen ziran jotzen eta abesten, itzul-inguruka.

"Antton Atorra" herritik mandatuak banatzen egoanean, inoiz entzundako zarata entzun eban eta harantz abiatu zan, jazotzen egoana jakin guraz. Ahuntzaren itzuliak ikustean harrituta geratu zan. Ha zan ikusgarria! Animalia kutxa gainean igota eta ijito batek agindutakoak egiten. Ikusgarria benetan!

Ijitoaren harridura bere ez zan makala. Haren umeak, euren ondoan halako ume erraldoia ikustean, negarrez hasi ziran eta gure mutila, goibel, handik joan zan.

Gau hartan, nahiz eta ilun egon, lotara joan zanean ikusitakoa ezin eban burutik kendu. Abere-hezilari izatea guztiz atsegina egiten jakon. Zein abere-hezilaria izango litzake berari komeni jakona? Eta zelan esan gurasoei hori izan gura ebala?

Beste aldetik, oihalpeko ijitoek gure mutila nor eta zelakoa zan ondo jakin ebenean, euren egoera larriagaz amaitzeko urtenbide bat ikusi eben.

— Halako mutil erraldoiagaz tripa-zorriak amaituko egingo dira betirako—pentsatu eben eta euren egitasmoa asmatzen hasi ziran, eurekaz joateko ongarriaz, mutilari buruan sartzeko.

Biharamonean, eta arrazoi ezbardinakaitik, bata eta besteak ikus-galeak egozan. Herritxo erdian topatu ziranean "Antton Atorra" lotsaz eta ijitoek maltzurrez alkar irribarretsu ziran, umeak bildur barik eskutik lotuta, euren oihalpera eroan eben eta han, abere-heziketa erakutsiko eutsoela esanez eta beste iruzur batzuen bidez, loarazoteko belar ura emon eta arin beragaz herritik alde egin eben.

Mutila itzartu zanerako bere herritik urrun egozan eta konturatu zanean, burugabea zala pentsatzen damuturik, negar zotinka hasi zan. Ahul ahul egoan eta burua erdi lelotuta, sutuntzen ahalegindu zan eta ezin, dana alperrik. Gizon sendo itxurea izan arren, mutikoa baino ez zan eta horregaitik negarrari ezin eutson itzi.

Ijitoek, bitartean, iragarki haundi bat egin eben inguru hartako jendeari "Ume Erraldoia" ikustera deitzeko. Ume txikiaren giza jantzirik, kaiola baten sartuta eta herriz herri erakusten eben izugarrizko ume negarti ha, noizean behin ahul jarraitzeko ohiko pozoina emonaz.

Kaia aurreko herritxoan guraso, senide eta herrikide guztiak Antton Atorraren desagertzeaz oso kezkaturik ebiltzan. Ijitoak herritik joan ziranetik inork ez eban mutikoa ikusi, ba ete eukan hark zerikusirik? Gurasoak bihotza autsita ebiltzan, aurkitu guraz.

Euren saioak amaitu eta gero, ijitoak kaiola antzeko gurdi batean kateaz loturik itziten eben Antton, baina taldeko ijitotxoek hain indarge ikustean beragana joaten ziran, jateko zeozer emoten eta solasalditxoren bat egiteko. Astiro astiro euren artean adiskidetasuna sortzen joian eta egun batean, ahuldurik egoan legez, umeak nagusiari kateak kentzeko eskatu eutsen. Honek lo-belarren eraginpean egoala ikustean askatu eban eta gure mutilak, goibel egon arren, negarrari itzi eutson.

Urrengo egunean, udako arratsalde sargoria izan zanez, gurdiakaz  ibaiertzera igarotzean bustialdi bat egiteko gogoa etorri jaken. Pentsatu eta egin.

— Zein ondo, zein ondo! —oihukatu eben pozaren pozez ijitotxoek, jantziak kendu artean. Haietariko bat Antton izerditsu egoan gurdiari begira arduradunari eskatu eutson.

— Mesedez, jauna, emongo deustazu baimenik Antton gugaz busti ahal izateko? Sargori da eta freskotzen ez bada, gaixotuko da.

Baietza hartu ostean, biok batera uretara abiatu ziranean, oihu larriak entzun ebezan, ijitotxoren bat putzu sakon baten murgildurik estura gorrian egoan eta beste ijitotxoek igeri egiten jakin ez. Ernegatuta, oihu egiten baino ez ekien. Nekez eta zailtasunez, gure mutila uretan sartu eta, umetxoa harrapatu ostean, legorretara eroan eban ijitotxoa. Salbatuta egoan, baina bere salbatzaileak hain makal egoanez, konortea galdurik lur-jo eban.

Ordu luzeak emon ebezan biok suspertzeko. Halan eta guztiz ere, "Antton Atorra" hainbeste nekealdiren eraginaz gaixotasun ezezagunean jausi zan.

Ijito-taldearen arduraduna, "patriarka" eritxoena, kezkatzen hasi zan, uretan itotzeko arriskuan egon zana bere bilobea zan, eta orain Anttonegaz zorretan egoan. Zorrak eurentzat betiko ziran, sakratuak, eta horregaitik aurrerantzean "Antton Atorra" zaintzeko eta osatzeko ahal eben guztia egingo eben.

Konortera barriro etorri zanean, patriarkak parkamena eskatuz, laster gurasoengana eroango ebela zin-egin eutson, eta etxerantzako bidaian zehar pizti-hezilari izaten erakutsiko eutsola eskeini eutson, baina berak ezetz esan zion.

— Eskerrik asko, hori gura izateak neke ta arazo ugari ekarri deustaz, “Bizkor” nire txakurraren menpekotasunaz nahiko daukat.

Hori esanda, eta barriro gurasoen baserrira joango zala jakitean, jausi-aldi larritik urten eban.

Herritxora heldu ziranerako, guztiz indarberriturik egoan. Ijitoek herritarren aurrean aitortu eta damutu ziran. Alkateak jai egun dubako bat egitera zigortu ebazan eta eurek poz-pozik antolatu eben, gordeta eukezan jantzirik ederrenakaz, Antton Atorraren omenez ekiezan ekintza guztiak antzezteko saioa.

— Aita —esan eutson Anttonek aitari— nire lanean jardun bitartean, harrijasotzaile egingo naz. Duintasunez agertuz gero, lotsatzeko zergaitirik ez dagoala ondo ikasi dot eta.

Alkar besarkaturik, amagaz herriko jairik ospetsuenera abiatu ziran, eta handik urte batzuetara Antton, "Antton Atorra", harrijasotzaile ospetsua izango zan.