REGALO PÓSTUMO
No sé si sabré expresar esta conclusión a la que llegué hace unos años y que me ayudó mucho a la hora de resignarme a perder tanto a familiares como a amigos, vecinos o gente que se ha querido y a la que hay que despedir para siempre.
Bueno, expresar no es tan difícil, lo que ya no sé, es como se va a entender, llevo cierto tiempo hablando de ello en cuantas ocasiones se me presentan y he confrontado diferentes opiniones y sobre todo reacciones, ha habido incluso quienes se han enfadado, y no hay por qué.
Bueno, expresar no es tan difícil, lo que ya no sé, es como se va a entender, llevo cierto tiempo hablando de ello en cuantas ocasiones se me presentan y he confrontado diferentes opiniones y sobre todo reacciones, ha habido incluso quienes se han enfadado, y no hay por qué.
Todo depende claro esta, del grado de amistad o familiaridad con las personas con quienes lo comentas. También he comprobado que la mayoría, está de acuerdo conmigo.
He aquí la conclusión que quiero exponer a vuestro criterio:
A lo largo de la vida, asistimos a infinidad de funerales, entierros, sepelios o como queráis llamarlos.
Todo el mundo acude a estos acontecimientos con respeto, pena, emoción, desesperación etc. Es el último adiós al familiar, amigo, vecino o ser querido y sin duda, es un duro trance.Pero, de pronto un día me di cuenta de que lo que me resultaba tan penoso y a veces obligatorio, de repente comenzó a ser gratificante. ¿Cómo puede ser eso? Preguntareis sin duda, y aquí es donde surge la polémica incluso algún enfado. ¿Cómo puede ser grato dar el último adiós a quien se ha querido, estimado o conocido?
Pues no, no es eso lo grato, lo grato consiste en recibir el regalo póstumo que nos hace generosamente “el que se va”, incluso, y este razonamiento es el que enfada a algunos, incluso digo, aunque el interfecto haya sido en vida el ser más egoísta del mundo, si, si, no lo pongáis en duda, este regalo póstumo no lo puede evitar.
Qué, ¿estáis impacientes por saber cuál es el regalo? Pues allá va; cuando arremolinados, fuera ya del templo contemplamos cómo se llevan al difunto y los mas allegados se van con él, comenzamos a ver a las personas que tenemos a nuestro alrededor y también a reconocer rostros de familia, amigos de la infancia, antiguos vecinos que a causa de las vicisitudes de la vida hemos tenido que dejar atrás. ¡Cuántas alegrías en un instante! ¡Cuántas citas posteriores surgen de estos encuentros! Posibles celebraciones colectivas, incluso me atrevería a decir posibles relaciones para toda una vida. ¿Que os parece?
¿No es este ramillete de alegrías el mejor regalo que alguien puede hacer? Pues no es ni más ni menos que el REGALO PÓSTUMO que yo espero sepáis apreciar la próxima vez que despidáis a algún ser querido. Palmi